viernes, 15 de octubre de 2010

Tokio Blues. Norwegian Wood – Haruki Murakami

            Mientras su avión aterriza en un aeropuerto europeo, Toru Watanabe, de treinta y siete años, escucha casualmente una vieja canción de los Beatles: de pronto, la música le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de finales de los sesenta. Recuerda entonces, con melancolía y desasosiego, a la inestable y misteriosa Naoko, la novia de su mejor –y único- amigo de la adolescencia, Kizuki, y cómo el suicidio de éste les distanció durante un año, hasta que se reencontraron en la universidad.

            Iniciaron allí una relación íntima, truncada, sin embargo, por la frágil salud mental de Naoko, a quien hubo que internar en un centro de reposo. Al poco, Watanabe se enamoró de Midori, una joven activa y resuelta. Indeciso, acosado por los temores, Watanabe sólo experimentaba el deslumbramiento y el desengaño allá donde todo debía cobrar sentido: el sexo, el amor y la muerte. La insostenible situación le llevó entonces a intentar alcanzar el delicado equilibrio entre sus esperanzas y la necesidad de encontrar su lugar en el mundo.

            Entre mis muchas y variadas manías relativas a los libros y su lectura, está la de apuntar libros o autores que “se recomiendan” en los libros que voy leyendo. Entre otros, en este libro se menciona a: Truman Capote, a Dickens, a Eurípides y Sófocles, a El guardián entre el centeno de Salinger, a La montaña mágica de Thomas Mann, a Scott Fitzgerald y su El gran Gatsby… Todo esto acompañado por música muy buena y variada (especialmente canciones de los Beatles).



            Personalmente, nunca me ha llamado mucho la cultura japonesa o asiática (y sí, ya sé que el futuro lo escribirá China), pero tenía mucha curiosidad por leer algo de Haruki Murakami. El principio fue difícil, ya que no conseguía conectar (por así decirlo) con la novela, pero creo que cuando la historia empezó a dejar de dar saltos temporales caí. Y no pude dejar de leer hasta que terminé el libro.

            Todo empieza cuando Watanabe, protagonista principal y narrador, aterriza en el aeropuerto de Hamburgo y al escuchar una canción de los Beatles empieza a rememorar sus años de juventud en Tokio. Durante la novela, Watanabe tiene 17 años, y va a empezar su primer año en la universidad. Aún no sabe qué quiere ser y tampoco tiene claro qué hacer con su vida.

            A lo largo del libro vamos viendo cómo “evoluciona” su relación con varias chicas. Las más importantes son Naoko y Midori. Ellas son como la noche y el día, y también será muy distinta la relación de Watanabe con ellas. Naoko era la novia de Kizuki, el mejor amigo de Watanabe, hasta que éste se suicidó. Después de un tiempo sin verse, Naoko y Watanabe se encontraron y comenzaron una extraña relación, muy condicionada por la salud mental de Naoko.

            En cambio, la relación entre Watanabe y Midori es totalmente diferente. Se conocieron en la universidad, y a diferencia de Naoko Midori es una chica muy alegre y extrovertida (y a ratos también algo extraña). Midori es de esos personajes que te marcan. Pues a pesar de sus excentricidades, muchos de las partes más bonitas del libro tienen que ver con ella. Por ejemplo, cuando se enfada con Watanabe por no haberse dado cuenta de su cambio de look y le escribe una carta, o cuando le dice que está enamorada de él o incluso cuando se auto-presenta a Watanabe en la mesa del restaurante.

            Pero Naoko y Midori no son los únicos personajes aparte de Watanabe. Entre los más reseñables tenemos a Tropa-de-Asalto, compañero de habitación de Watanabe, que está obsesionado por la limpieza; Reiko, compañera de habitación de Naoko en la residencia; y a Nagasawa, un pijo que va de alternativo por el mundo y se tiraba a un porrón de tías como “deporte” (aunque he de decir que tiene sus momentos de lucidez).

            En fin, que es un libro que recomiendo mucho, aunque advierto que ha sido un libro muy diferente a cualquiera que haya leído hasta ahora. Es de esos libros que te da pena terminarlos y tras los cuales te cuesta elegir una futura lectura. Por eso, e influenciada por las recomendaciones del libro voy a releer El guardián entre el centeno de Salinger, no digo más… xD.



FRASES:

            Alcé la cabeza, contemplé las nubes oscuras que cubrían el Mar del Norte, pensé en la infinidad de cosas que había perdido en el curso de mi vida. Pensé en el tiempo perdido, en las personas que habían muerto, en las que me habían abandonado, en los sentimientos que jamás volverían.
 
            La memoria es algo extraño. Mientras estuve allí, apenas presté atención al paisaje. No me pareció que tuviera anda de particular y jamás hubiera sospechado que, dieciocho años después, me acordaría de él hasta en sus pequeños detalles.

            “Cuanto más conocía a Nagasawa, más extraño me parecía. A lo largo de mi vida, me había cruzado, había encontrado o conocido a muchas personas extrañas, pero jamás a nadie que lo fuera tanto. Leía muchísimo más que yo, pero tenía por principio no adentrarse en una obra hasta que hubieran transcurrido treinta años de la muerte del autor.

            -A nadie le gusta la soledad. Pero no me interesa hacer amigos a cualquier precio. No estoy dispuesto a desilusionarme – aclaré.

            -[…] Hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Me presionan por todas partes. En cuanto asomo la cabeza, me dicen esto y lo otro. Al menos, tú no me fuerzas a nada.
            -No te conozco lo suficiente.
            -¿Quieres decir que, si me conocieras mejor, tú también acabarías presionándome como todos los demás?
            -Es posible –dije-. En el mundo real todos vivimos presionándonos los unos a los otros.

            Las tardes de domingo son tranquilas, apacibles y solitarias. Leo y escucho música. A veces recuerdo, uno a uno, nuestros paseos por Tokio en domingo. […] Las tardes de domingo recuerdo un montón de cosas.

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